domingo, 7 de octubre de 2012

Perdidos en la selva

Leí por ahí hace poco tiempo "Quien quiere llegar, busca caminos. Quien no quiere llegar, busca excusas". Por supuesto que soy del tipo que busca caminos y cómo tengo experiencia en esto, me quedé pensando en cómo hago para encontrarlos cuando todo parece cerrarse bajo una maleza impenetrable. Giras buscando señales a tu alrededor pero sólo ves un par de caminos que no te llevan a donde querés llegar y desafiante frente a una se levanta el monte cerrándose a varios metros de altura. Contás sólo con un machete medianamente afilado, que se desgasta después de un tiempo, y tu ingenio que suele mejorar con cada paso que des. Camino en círculos evaluando opciones. Veo como algun que otro caminante se acerca, lo intenta, se pierde en la maleza; regresa destrozado o vuelve por alguno de los caminos que yo ya había rechazado... con las consecuencias de haber pagado el precio que asumieron. Otros no regresan, sabrá Dios qué fue de ellos. Desde mi ubicación trabajo a ciegas. No puedo ver, no se si estoy lejos o cerca de mi destino, no tengo idea tampoco de los obstáculos que se presentan o las provisiones que debo llevar. Entonces miro al cielo buscando respuestas. Y tarde o temprano pasan, sí pasan. Son aquellos que fueron y vinieron por este valle. Levantás los brazos pidiendo ayuda al verlos pasar con sus helicópteros. Siempre lo hago y hasta ahora obtuve diferentes resultados que se podrían clasificar en cuatro categorías.

Los engreídos: Me ignoran. Y eso no es malo, simplemente no pueden hacer nada por mí ni yo por ellos. Por ahora. Levantar los brazos es una inversión para el futuro. Parece que no me ven pero ya me conocen porque una vez levanté mis brazos. Me reconocerán cuando haya logrado mi objetivo. Algunos por opción, otros porque no tendrán alternativa, pero todos lo harán.
Los agresivos: Parecían sonreir pero cuando menos lo esperaba comenzaron a disparar con armamento pesado. Lejos de ayudarme, tuve que salir del lugar al cual había llegado o me alcanzarían las municiones. Incluso en oportunidades tuve que abandonar temporariamente el objetivo. En un primer momento maldije el minuto en que levanté mis brazos, pero al ver el resultado final... sin decir gracias, admití la enorme cuota de responsabilidad que tenían estos desgraciados en mi éxito. Ante semejante amenaza y bajo fuego, encontré nuevos caminos, o me lancé corriendo al medio de la selva alcanzando en pocos metros mi objetivo, o bien en mi huida descubrí algo mucho mejor que incluso me permitió luego encontrar la forma de hacer realidad mi idea inicial.
Los solidarios: Algunos han lanzado provisiones desde lo alto. Estos fueron muy simpáticos y los agradecí en su momento, aunque debo admitir que sólo han logrado entretenerme y demorarme en alcanzar mi meta. Ayuda de todas formas. La idea es poder divertirse en el camino también.
Los maestros: Y por último, están aquellos que te envían una señal, una luz que te marca el camino, que te incitan a seguir por alguna senda. Son mis favoritos, los que te animan a continuar, los que te guían y hasta colaboran. Son tolerantes y pacientes. Estos invierten tiempo y luego esperan algo de vos... normalmente. El precio lo he pagado con muy buena voluntad.

Sabés que además de llamar la atención de aquellos que están en las alturas, al elevar los brazos tenés que posicionarte entre los que están en tierra contigo. Algunos te seguirán y otros harán lo imposible por lanzarte fuera de la vista. Todos ellos te ayudarán a crecer, y con cada intento, tus mensajes al cielo llegarán cada vez más alto, y más claros. Siempre recuerdo, cuando finalmente llego a la base y logro subir al helicóptero, lo emocionante que resultó encontrar el camino. Cada uno de nosotros deberá descubrirlo. Y eso sólo se logra andando.

Mariposas

Me fascinan las mariposas por sus maravillosos colores de diseños únicos y la elegancia en el vuelo hasta posarse en alguna flor. Cuando era pequeña había aún en la ciudad algunas mariposas anaranjadas. Me encantaba atraparlas, hasta que mi papá me explicó que tenían tan sólo veinticuatro horas para vivir. Me resultó tan injusto que pasen esa corta existencia entre mis manos que decidí dejar de cazarlas. De vez en cuando, al salir de la ciudad, me encuentro con estos seres maravillosos. Ahora, cada vez que veo una, siempre pienso: "disfrutá, que tenés poquito tiempo para conocer el mundo".

¿Dios pensará así de nosotros?